Everyday Stewardship ~ Recognize God in Your Ordinary Moments

What’s in it for me?

I think we’ve all been guilty of looking at a situation and wondering what’s in it for us. It doesn’t matter if it’s a particular work assignment, someone at the parish asking for help with the mission trip bake sale, or your spouse asking if you’ll take over the grocery shopping this week. Often, our first reaction to one of these requests is a heavy sigh and the thought: “If I do this, what will I get?”

Sometimes it surprises us to realize that the Apostles were no different. We tend to idolize these contemporaries of Christ as giants who walked with the Savior. But in reality, these individuals were merely human beings struggling to commit to the task of everyday stewardship.

In the Gospels, we see glimpses of them longing for praise and affirmation. We see them jockeying for positions of power within the group of twelve. We see them expect earthly rewards like honor and admiration. We see them acting a lot like us.

But in the end, we see them transformed by the grace of God. Like all the saints, their holiness stems from their commitment to their call. They stumble through, and as they stumble, they keep trusting God. They keep turning to Him. They keep asking for help. They don’t give up just because they keep failing at it.

We are defined by what we give when we have no hope of being reimbursed, rewarded, or recognized. The Apostles understood this, eventually, and they gave accordingly. Most of them gave their very lives.

Remember, they’re just like us. If they can do it, we can too.

— Tracy Earl Welliver, MTS

©LPi

LA CORRESPONSABILIDAD DIARIA ~ RECONOCER A DIOS EN LOS MOMENTOS ORDINARIOS (Everyday Stewardship)

¿Qué hay para mi? 

Creo que todos hemos sido culpables de mirar una situación y preguntarnos qué hay para nosotros. No importa si se trata de una asignación particular de trabajo, alguien en la parroquia que pide ayuda con la venta de pasteles para el viaje misionero o tu cónyuge preguntándote si te puedes hacer cargo de la compra de comestibles esta semana. A menudo, nuestra primera reacción a una de estas solicitudes es un suspiro profundo y el pensamiento: “Si hago esto, ¿qué obtendré?”

A veces nos sorprende darnos cuenta de que los Apóstoles no fueron diferentes. Tendemos a idolatrar a estos contemporáneos de Cristo como gigantes que caminaron con el Salvador. Pero en realidad, estos individuos eran simplemente seres humanos que luchaban por comprometerse con la tarea de la corresponsabilidad diaria.

En los Evangelios, tenemos vistazos de ellos anhelando elogios y afirmación. Los vemos compitiendo por posiciones de poder dentro del grupo de los doce. Los vemos esperar recompensas terrenales como el honor y la admiración. Los vemos actuando mucho como nosotros.

Pero al final, los vemos transformados por la gracia de Dios. Como todos los santos, su santidad proviene de su compromiso con su llamado. Ellos tropiezan, y mientras tropiezan, siguen confiando en Dios. Siguen volviéndose hacia Él. Siguen pidiendo ayuda. No se rinden solo porque siguen fallando.

Nos define lo que damos cuando no tenemos ninguna esperanza de ser reembolsados, recompensados ​​o reconocidos. Los Apóstoles entendieron esto, eventualmente, y dieron correspondientemente. La mayoría de ellos dio su propia vida.

Recuerda, ellos son como nosotros. Si ellos pueden hacerlo, nosotros también podemos.

— Tracy Earl Welliver, MTS

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