Everyday Stewardship ~ Recognize God in Your Ordinary Moments

April 3, 2021

A Happy Ending Isn’t the Whole Story

“Is there a happy ending?”

When my kids were young, we never made it past the first whiff of any narrative tension before I got this question. As soon as whatever princess or furry woodland animal who was the hero of the story got into any small scrape, they wanted that reassurance, “Is there a happy ending?”

I can’t say I blame them. Don’t we all feel that way sometimes? We enter into a relationship with someone or some situation, and we just want to protect ourselves. We want to know it’s not going to go badly — or, if it does, that we will be able to come back from it. It’s a human instinct, a reflex. Our inclination to protect ourselves makes it so that we sometimes want to press fast-forward on the bad stuff and skip straight ahead to the happily-ever-after.

Easter is the ultimate happy ending. It’s the day of miracles. The day when all the stones roll away and all the sins are forgiven. It’s the day that puts everything right.

But if we learned anything from this week — from the Passion and death of the Lord — it’s that we can’t press fast-forward on the hardships of life. That tension, that loss, that fear — it’s crucial, isn’t it? As Catholics, we are who we are because of Easter. But Easter doesn’t happen without Good Friday.

So, does the story of salvation have a happy ending? We know it does. But we also remember that the ending isn’t all that matters.

— Tracy Earl Welliver, MTS

©LPi

LA CORRESPONSABILIDAD DIARIA ~ RECONOCER A DIOS EN LOS MOMENTOS ORDINARIOS (Everyday Stewardship)

Un Final Feliz No Es Toda la Historia

“¿Hay un final feliz?”

Cuando mis hijos eran pequeños, nunca superamos la primera bocanada de tensión narrativa antes de que recibiera esta pregunta. Tan pronto como la princesa o el animal peludo del bosque que era el héroe de la historia se metía en un pequeño lío, querían esa tranquilidad: “¿Hay un final feliz?”

No puedo decir que los culpo. ¿No nos sentimos todos de esa manera a veces? Entramos en una relación con alguien o en alguna situación, y solo queremos protegernos. Queremos saber que no va a ir mal o, si es así, que podremos volver de ahí. Es un instinto humano, un reflejo. Nuestra inclinación para protegernos hace que, a veces, queramos avanzar rápidamente en las cosas malas y saltar directamente al final feliz.

La Pascua es el final feliz definitivo. Es el día de los milagros. El día en que todas las piedras se remueven y todos los pecados son perdonados. Es el día que arregla todo.

Pero si aprendimos algo de esta semana, de la Pasión y muerte del Señor, es que no podemos adelantarnos y saltar las dificultades de la vida. Esa tensión, esa pérdida, ese miedo, es crucial, ¿no es así? Como católicos, somos quienes somos gracias a la Pascua. Pero la Pascua no ocurre sin el Viernes Santo.

Entonces, ¿la historia de la salvación tiene un final feliz? Sabemos que si. Pero también recordamos que no solo el final importa.

Tracy Earl Welliver, MTS

©LPi