EVERYDAY STEWARDSHIP – RECOGNIZE GOD IN YOUR ORDINARY MOMENTS

June 13, 2022

Stewardship – Up to the Job

Have you ever had a job for which you didn’t feel qualified? I think we all have, whether it was a paying gig or not. A lot of us parents often feel in awe of the magnitude of that role and lose sleep worrying that we made the wrong decision in one situation or a bad call in another. Some of us feel intimidated by what our communities need from us, on the parish level or in our personal relationships. Or maybe we are simply dreading a task that seems too big, too overwhelming — that necessary basement cleanout, or the weekly organization of family schedules.

When we don’t feel qualified, we don’t want to do the work. We get stuck in our own fear. That’s the birthplace of procrastination, self-doubt and bitterness. When we look inward at our own abilities, we can only see all the traits that aren’t there. The intelligence, the dexterity, the ambition — whatever it is we lack, we get stuck on it.

I’ve got good news and bad news. I’ll start with the bad news: none of us are qualified for the call of discipleship. We simply aren’t. We don’t have the love or grace or strength to get the job done.

Now I’ll give you the good news: God knows this, and He doesn’t care. Stewardship does not insist that we possess every good quality — no, as a way of life, stewardship recognizes that we lack so many qualities. But it shows us where to find the love and grace and strength we need. Stewardship does not demand that we know every answer; it merely reminds us who to ask when we don’t.

— Tracy Earl Welliver, MTS ©LPi

LA CORRESPONSABILIDAD DIARIA – RECONOCER A DIOS EN LOS MOMENTOS ORDINARIOS (Everyday Stewardship)

Preparado para el trabajo

¿As tenido alguna vez un trabajo para el que no te sentías calificado? Creo que todos lo hemos hecho, ya fuera un trabajo remunerado o no. Muchos de nosotros, los padres, a menudo nos sentimos asombrados por la magnitud de ese papel y perdemos el sueño preocupándonos de haber tomado la decisión equivocada en una situación o una mala decisión en otra. Algunos de nosotros nos sentimos intimidados por lo que nuestras comunidades necesitan de nosotros, a nivel parroquial o en nuestras relaciones personales. O tal vez simplemente estamos temiendo una tarea que parece demasiado grande, demasiado abrumadora: la limpieza necesaria del sótano o la organización semanal de los horarios familiares.

Cuando no nos sentimos calificados, no queremos hacer el trabajo. Nos quedamos atrapados en nuestro propio miedo. Ese es el lugar de nacimiento de la procrastinacón, las dudas y la amargura. Cuando miramos hacia adentro a nuestras propias habilidades, solo podemos ver todos los rasgos que no existen. La inteligencia, la destreza, la ambición, sea lo que sea que nos falte, nos quedamos atrapados.

Tengo buenas y malas noticias. Comenzaré con las malas noticias: ninguno de nosotros está calificado para el llamado del discipulado. Simplemente no lo estamos. No tenemos el amor, la gracia o la fuerza para hacer el trabajo.

Ahora te daré las buenas noticias: Dios lo sabe y no le importa. La corresponsabilidad no insiste en que poseamos todas las buenas cualidades; no, como forma de vida, la corresponsabilidad reconoce que carecemos de tantas cualidades. Pero nos muestra dónde encontrar el amor, la gracia y la fuerza que necesitamos. La corresponsabilidad no exige que sepamos todas las respuestas; simplemente nos recuerda a quién preguntar cuando no las tenemos. — Tracy Earl Welliver, MTS ©LPi