Live the Liturgy ~ Inspiration for the Week
February 5, 2022
When we encounter or even ponder God’s magnificence, power, and awesomeness, we easily begin to feel our own smallness and perceived insignificance. After all, who can compete with eternal greatness, seraphim, or the ability to catch great numbers of fish? We unfortunately think that God’s presence somehow overrides us, reduces our importance, and only seeks to judge our inadequacies and doubts. Things begin to change a bit when we realize that what we may have seen as overwhelming and frightening is really only unconditional, unmerited love. Love has tremendous majesty and power. When we listen to this power and stop seeing it as threatening or dooming, our fear dissipates and Divine friendship takes root. Remaining close to what we once preferred at a distance, we can journey to places we never thought possible and do things we never thought we could do. Strengthened by Divine friendship and encouraged by its life-giving power, we can say “here I am, send me!” when God asks, “whom shall I send?” Sin and fear no longer are of concern to the one who remains close to God in a bond of trust.
©LPi
VIVIR LA LITURGIA ~ INSPIRACIÓN DE LA SEMANA (Live the Liturgy)
Cuando nos encontramos o incluso reflexionamos sobre la magnificencia, el poder y la maravilla de Dios, fácilmente comenzamos a sentir nuestra propia pequeñez e insignificancia percibida. Después de todo, ¿quién puede competir con la grandeza eterna, los serafines o la capacidad de atrapar una gran cantidad de peces? Lamentablemente, pensamos que la presencia de Dios de alguna manera nos anula, reduce nuestra importancia y solo busca juzgar nuestras deficiencias y dudas. Las cosas comienzan a cambiar un poco cuando nos damos cuenta de que lo que hemos visto como abrumador y aterrador es en realidad solo amor incondicional e inmerecido. El amor tiene tremenda majestad y poder. Cuando escuchamos este poder y dejamos de verlo como amenazante o fatal, nuestro miedo se disipa y la amistad Divina echa raíces. Permaneciendo cerca de lo que alguna vez preferimos a distancia, podemos viajar a lugares que nunca creímos posibles y hacer cosas que nunca pensamos que podríamos hacer. Fortalecidos por la amistad divina y alentados por su poder vivificante, podemos decir: “¡aquí estoy, envíame!” cuando Dios pregunta, “¿a quién enviaré?” El pecado y el miedo ya no preocupan a quien permanece cerca de Dios en un vínculo de confianza.
©LPi