LIVE THE LITURGY – INSPIRATION FOR THE WEEK

Good dietitians will remind us that we are not only the product of what we eat but the disciplines we undertake. Many people spend a great deal of time and effort eating a healthy diet, getting a sufficient amount of rest, and engaging in regular exercise. Experts tell us that attending to these increases our chances for a longer life. While this is certainly a worthy pursuit, is our earthly life really the one that requires the most attention and effort? Faith kicks in to remind us that we are meant to live forever with God. Hence, isn’t it our eternal destiny that requires most of our effort and attention? The food and nourishment we need to achieve this goal and fine tune our souls for this promised inheritance are the Body and Blood of Christ. Only this heavenly sustenance will unite us with God and our brothers and sisters, strengthen us to do what the Gospel asks us to do and prepare us for life eternal. Through the discipline of prayer, our desire to receive our Lord is deepened. It is this yearning, above anything else, that we want clearly seen and front and center when we close our eyes in death. God loves us so much that he gave us his only begotten Son. Let us rush to receive him! ©LPi

VIVIR LA LITURGIA – INSPIRACIÓN DE LA SEMANA (Live the Liturgy)

Los buenos dietistas nos recordarán que no solo somos producto de lo que comemos sino de las disciplinas que emprendemos. Muchas personas dedican mucho tiempo y esfuerzo a llevar una dieta saludable, a descansar lo suficiente y a hacer ejercicio con regularidad. Los expertos nos dicen que atender esto aumenta nuestras posibilidades de tener una vida más larga. Si bien esta es ciertamente una búsqueda digna, ¿es nuestra vida terrenal realmente la que requiere más atención y esfuerzo? La fe entra en acción para recordarnos que estamos destinados a vivir para siempre con Dios. Por lo tanto, ¿no es nuestro destino eterno el que requiere la mayor parte de nuestro esfuerzo y atención? El alimento y la nutrición que necesitamos para lograr este objetivo y afinar nuestras almas para esta herencia prometida son el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Solo este sustento celestial nos unirá con Dios y nuestros hermanos y hermanas, nos fortalecerá para hacer lo que el Evangelio nos pide que hagamos y nos preparará para la vida eterna. A través de la disciplina de la oración, nuestro deseo de recibir a nuestro Señor se profundiza. Es este anhelo, por encima de todo, lo que queremos que se vea claramente y al frente cuando cerremos los ojos en la muerte. Dios nos ama tanto que nos dio a su Hijo unigénito. ¡Apresurémonos a recibirlo!

©LPi